Macarena Ceballos le regaló a la natación argentina la primera buena noticia en París 2024. La cordobesa, de 29 años, alcanzó las semifinales de los 100 metros pecho de los Juegos Olímpicos de la capital francesa, los primeros de su carrera. Por la mañana, en La Defense Arena, había finalizado sexta en su serie con un tiempo de 1m06s89 y se aseguró un lugar entre las 16 mejores, poniendo fin a una larga sequía. Aunque por la noche, en esa misma pileta, no pudo mejorar su registro, llegó octava en la segunda semi y quedó 15° con un registro de 1m07s31.
La actuación de Ceballos en París es la mejor para la natación argentina desde que Georgina Bardach ganó el bronce en Atenas 2004. Y eso que hasta no hace mucho, Ceballos pensó que jamás se arrojaría a una piscina de los Juegos Olímpicos. Su carrera tenía varios tildes, entre Juegos Panamericanos y Sudamericanos y mundiales de natación, pero nunca el gran escenario.
Un ángel tatuado en el hombro izquierdo operado la empujó a no resignarse y, cerca de cumplir los 30 años, la nadadora argentina se clasificó a París y estuvo a un paso de una final olímpica.
“Conforme, obvio que cuando había pasado la semi dije: ‘listo, ahora quiero una final’. Así es el deporte individual. Tengo sensaciones raras», expresó la argentina con la voz entrecortada, con un semblante diferente al exultante de la mañana. “Entrené mucho más de lo que di. Ya está. Me jugué el pase de igual a igual, creí que podía ser finalista olímpica y pelee hasta donde me dio”, acotó.
Más allá del trabajo de su equipo, Ceballos atribuyó el salto en su rendimiento a su mamá Liliana, fallecida cuando tenía 12 años. A ella está dedicado el tatuaje con la palabra Ángel en el mismo hombro lesionado. “El ángel que lo cuidaba era mi mamá Liliana. Es mi ángel, que me protege”, se emocionó.